lunes, 23 de marzo de 2009

HH. Maristas de Antzuola. Año 1936

Relación nominal de los chicos que nos encontrábamos estudiando en el colegio de los H.H. Maristas de Antzuola como internos, en el juniorato. Amen de otros muchos como en el noviciado, en el escolásticado y el profesorado en el día 18 de julio del año 1936.

Jesús Elorza (Azpeitia)
Eusebio Urbieta (Azpeitia)
Los hermanos Ignacio y Tomás Lopetegui (Azpeitia)
Félix Zubizarreta (Azpeitia)
Miguel Iraundegui (Azcoitia)
Joaquín Alberdi (Azcoitia)
Joseba Echaniz (Azcoitia)
Agustín Berasaluce (Azcoitia)
Imanol Iribar (Cestona)
Cándido Bicandi (Cestona)
Cándido Abalia (Cestona)
Manuel Elizalde (Elgueta)
Víctor (de Momoitio) (Garai)
Félix Vicario (Garai)
Demetrio Martínez (Garai)
Carmelo Lazcano (Pamplona)
Pablo Senosiain (Salinas de Oro-Navarra)
Julián Rodríguez (Salinas de Oro-Navarra)
Martín Ibarguren (Zaldibia)
Pedro Madinabetia (Araoz)
Juan Aguirre (Araoz)
Simón Arcelai (Oñate)
Emilio Ríos (Aguilar de Campoó-Santander)
Enrique Ganchegui (Eibar)
Pablo Vicente (Padilla de Abajo-Palencia)
José Luis Barrera (Viana)
Antonio Barragán (Viana)
Santos Romo (Viana)
Laurentino Alonso (Viana)
Pedro Marijuán (Sotopalacios-Burgos)
Raimundo Julio López (Cucho-Burgos)
Los hermanos Enrique y Juan Garay (Ezquerrecoha-Álava)
Los hermanos Emilio y Enrique García (Bergara)
Saturnino Arribas (Bergara)
Laurentino Cuezba (Navarra)
Gregorio Arizaga (Placencia)
Los hermanos Sarasa (Navarra)
Los hermanos Julián y Chacho Ramírez (Navarra)
Celso Lizarbe (Navarra)
Honorato Saiz (Navarra)
José Luis Biguri (Navarra)

Éstos son los nombres de los Hermanos en la dirección del Juniorato:
Hº Ludovico. Director y primer profesor en la cuarta aula.
Hº Eladio Manjón. En la tercera aula.
Hº Antolín Ezkurra. En la segunda aula.
Hº Marcelino. Profesor de música y director de las voces cantantes y un gran Organista. En la cuarta aula.
Hº Avelino Makazaga. Vigilante permanente.

Estos nombres son en la vida religiosa, pues a su nombre verdadero renunciaban al tomar la sotana.

Emotivo reencuentro



ORDIZIA. DV. El homenaje que el pasado verano recibió en el Palacio Euskalduna de Bilbao, un grupo de niños de la guerra, hizo revivir, con fuerza, en Martín Ibarguren aquellos duros episodios de la guerra civil y, lo que no había hecho hasta entonces, preguntarse por la suerte que corrieron sus compañeros. El zaldibitarra de cuna, ordiziarra de adopción, vuelve la vista a aquel mes de agosto, en torno al día 20, de 1936, momento en el que él y sus 45 compañeros de clase, alojados como internos en el seminario de los Maristas, en Antzuola, donde estudiaban, fueron llevados por un grupo de milicianos a Bilbao, donde permanecieron bajo su custodia durante 3 ó 4 días. Un episodio que no llegó a entender en el momento pero que la perspectiva del tiempo le sirvió para deducir que, en aquellos días de desconcierto, quema de iglesias, etc, les llevó a ejercer como moneda de cambio.


Desaparecidos los milicianos, inmediatamente después, losMaristas distribuyeron a los colegiales
en grupos y los repartieron por la geografía vizcaina. Martín y otros cinco compañeros: Félix Vicario, Demetrio Martínez, Carmelo Lazkano, Pablo Senosiain, y Julian Rodríguez, fueron alojados en tres caseríos de Garai.


En esta situación, sin contacto con los demás compañeros ni con la propia familia permanecieron,
nueve meses, hasta abril de 1937, momento en el que la línea del frente se encontraba, ya, en Elgeta. Situación de premura que animó a los Maristas a preparar la salida en barco, deMartín y sus compañeros, desde Las Arenas, con destino a Francia, pero el buque no arribó a puerto.


Había empezado la ofensiva de Elgeta. Está claro, insiste Martín que, «íbamos a ser los últimos en salir». Los seis compañeros volvieron a Garai, y 4 ó 5 días después las tropas de Franco rompían el frente de Elgeta por lo que, los entonces adolescentes, decidieron regresar
a casa. De Garai a Antzuola andando y tras hacer noche, al día siguiente, Martín, desde Zumárraga llegaba a Ordizia en tren.

El final de la guerra, la postguerra, los años duros, etc., una situación adversa, dramática donde las haya, provocaba, una vez más en la naturaleza humana, el recurso al olvido.


Setenta y dos años después, el homenaje a los niños de la guerra, del pasado verano, en el Palacio
Euskalduna, reabría en Martín Ibarguren la caja de los recuerdos, y el deseo de saber qué fue de sus compañeros de colegio. «Me piqué un poco», apunta. Un deseo convertido al poco tiempo en empeño casi obsesivo, consciente de que a estas alturas de la vida no hay tiempo que perder. Curiosamente, Martín Ibarguren, contaba a su favor, su privilegiada memoria que le permitía reproducir en una hoja, el nombre, primer apellido y procedencia de sus 45 compañeros.

Las circunstancias quisieron que del que primero que le dieron noticia fue de Pablo Senosiain, del
que le dijeron vivía en su, natal, Salinas de Oro (Navarra). Y hasta allí se fuey se llevó su primer disgusto, ya que los vecinos le comunicaron que Pablo había muerto hacía 25 años. No quedaba, apunta Martín, ni la casa donde había vivido. Entiendo, añade, que «quienes me dijeron que vivía se confundieron, sin más, de persona».

A pesar del revés, y del disgusto, Martín no desistió y no se le ocurrió otra cosa que probar suerte en Sotopalacios (Burgos), de donde era PedroMarijuan. Ni corto ni perezoso, con el nombre y la localidad, preparó una carta, en la que en el sobre le rogaba al cartero que si no encontraba al destinatario, entregara la misiva a cualquier Marijuan del municipio. El cartero atendió la petición y al poco un sobrino del aludido le respondía, dándole buenas noticias, la dirección y el teléfono de Pedro que vive en Burgos.

Dicho y hecho, carretera y manta, dirección a tierras burgalesas. Y allí , el pasado mes de julio, 72
años después se encontraba con PedroMarijuan Ortega. «Fue una inmensa alegría. Es cosa grande volver a juntarte tanto tiempo después. Tiene artrosis pero conserva fenomenalmente la memoria. Pasamos una jornada inolvidable. No tiene referencia de ningún de nuestros compañeros, y lo que es más curioso, como yo, nunca había contado en casa nuestras vivencias
de aquellos días», relata Martín. «Le felicité las navidades yme escribió una larga carta contándome muchos detalles y vivencias de aquel entonces», prosigue. «Posteriormente habré conseguido contactar con 14 ó 15 familias de mis compañeros. En todos los casos la respuesta ha sido la misma; han fallecido. Hay que tener en cuenta», apostilla Martín, «que hoy deberían tener 86 ó 87 años. Tengo ganas de que lleguen los días largos porque, además de volver a Burgos, quiero hacer un par de visitas». «Me he sacado la espina que tenía clavada. Para ello me van a echar un cable, quiero colgar en internet la lista de todos aquellos chicos. Igual, a través de algún familiar, etc, pueda llegar a saber más cosas; qué fue de mis compañeros», concluye.